La llegada del angel caído

Había llegado al bosque. Era un lugar perfecto para mí, oscuro y solitario. Aunque ahora que había prometido no matar me sentía raro, más solo que nunca y quería llenar ese vacío.
No sabía donde estaba exactamente. Tampoco me importaba, pues últimamente había estado vagando de un sitio a otro, sin saber que hacer. Ahora me había aficionado a observar a las personas que me encontraba por el camino, pero sin que notaran mi presencia. Todavía no quería conocer a nadie, pero sin embargo, observando a aquellas personas llenaba de alguna manera el vacío que sentía. Me sentía más cercano a ellos aunque no los conociera, ni ellos me conocieran a mí. En más de alguna ocasión se me ocurrió presentarme, pero no me ví capaz.
Puede que en este lugar las cosas cambien... no sé. Desde el momento en que llegué sentí que era un sitio especial, diferente. Quizás aquí rompa esta soledad que me está matando poco a poco.

Llegue al bosque sin saber muy bien hacia donde iba, aun no habia encontrado ninguna ciudad en la que poder quedarme. Mire a mi alrededor y vi a varias...¿hadas? Negue con la cabeza un poco confundida. Aun me resultaba dificil aceptar que ese tipo de cosas existian, pero al juzgar por mis nuevas alitas por lo visto si que lo hacian. Eche un vistazo a mi espalda haciendolas aparecer. Suspire aleteando un poco y las volvi a esconder. Notaba algo extraño en aquel lugar pero todabia no estaba segura de lo que era. Me sente en una roca pensando en todo lo que habia dejado atras y en como podria sobrellevar mi vida ahora, ni siquiera tenia dinero pero staba dispuesta a averiguar que "era" en lo que me habia convertido...lo unico que sabia es que no era un hada. Apoye las manos en la roca a los lados de mis caderas y mira hacia el cielo pensativa.

Seguí mi rumbo esperanzado de cambiar mi conducta. Ya no podía matar, por lo que tendría que buscar otra forma de entretenimiento... y lo único que se me ocurrió en ese instante fue conocer a alguien, destruir la soledad... Llevaba tiempo dandole vueltas al asunto y parecía que estaba de suerte, pues ví a lo lejos una ciudad junto a un castillo. Pero antes de apresurarme tendría que asegurarme si las personas que allí se alojaban eran de fiar. No quería que me traicionaran... otra vez. Al menos esta vez estoy preparado.

Llegada al castillo

Los árboles parecían retorcerse sobre sí mismos, creando figuras extrañas, acechantes. El sonido de un rio cercano rompía aquel silencio verdoso que parecía contener los secretos de toda una era. Estaba sola. Siempre lo había estado desde mi destierro en el cielo. Errata, me habían llamado. Ni siquiera me permitieron luchar a su lado en la Gran Guerra, así que cómo no lo hice por mi cuenta. Pero ahora eso quedaba ya lejos...tal como quedaba él y su esencia oscura. Abrí los ojos, que fueron levemente dañados por la luz que se colaba entre las hojas de aquella cúpula esmeralda. Él ya no estaría aquí. Me habría buscado, habría revolucionado toda la tierra...o eso quería pensar. Me incorporé sobre aquella ancha rama que me había servido de lecho en la noche e instintivamente me puse en posición de ataque. Había algo en aquel bosque...decidí sobrevolarlo para intentar retener en la memoria sus laberínticos caminos. Mis alas se desplegaron, como despertando de un largo letargo y comenzaron a moverse de arriba abajo. El aire frío que acariciaba las plumas de mis alas supo a verdadera gloria. Necesitaba despejarme, pensar en que haría en mi vida de nómada solitaria. Tan solo...despejarme.